Conseguir la igualdad entre los sexos es tarea difícil, aunque no imposible. Con estos escritos intento equilibrar la balanza y reconocer los méritos de muchísimas mujeres a lo largo de la historia, a la vez que analizar de dónde proceden tales desigualdades y así entre todos, hombres y mujeres, mujeres y hombres, luchar por un mundo más justo.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Adjudicación de roles

La adjudicación de roles femeninos y masculino como complementarios, se debe a las necesidades que en su momento tuvieron los poderes políticos y religiosos que intervinieron en la creación de una cultura adecuada a sus intereses, ajustándose en parte a los condicionamientos físicos y biológicos de ambos sexos. Crear un rol distinto para cada sexo supone una división sexual del trabajo, esto es “una invención para instituir un estado de dependencia recíproco entre ambos sexos.”[1]

Es una construcción elaborada por los hombres que obtienen el poder en las que imponen una serie de valores que debe tener el hombre o la mujer ideal para ellos, otra cosa es que la adopción total de estos roles sea real.

“Las categorías de género, las representaciones de la persona sexuada, el reparto de las tareas tal como las conocemos en las sociedades occidentales, no son fenómenos de valor universal generados por una naturaleza biológica común, sino construcciones culturales.”[2]
Según la antropóloga e historiadora Mª Ángeles Querol los orígenes humanos son difíciles de conocer. Los estudios realizados apenas nos informan del comportamiento social, roles asignados, distribución del trabajo o atribución del poder. Sin embargo, se ha creado un modelo de la sociedad primitiva basada en unas premisas contemporáneas. Se le ha asignado unos valores que más o menos son los mismos que circulan hoy día. Esto es un intento de justificar la sociedad actual casi en todos sus aspectos. Justificar las guerras, la agresividad y el comportamiento masculino y femenino, como algo que “siempre ha sido así”.


Estas ideas y teorías han estado propuestas e impuestas por el poder político y religioso, de ahí el grado de aceptación.


Se impone un patrón social proveniente de un sistema patriarcal donde las mujeres tienen unas características y los hombres otras. Se cae en el estereotipo avalado por la religión, la literatura o la ciencia y se asume totalmente la inferioridad de la mujer, para ello se establece una educación. Una educación distinta, que ponen de manifiesto los valores adjudicados a ellas desde el mundo masculino, es decir, la resignación, la obediencia, amabilidad, prudencia. Ser buena madre, buena esposa, buena hija…
Se supone un instinto maternal que obliga a la madre a cuidar de sus hijos, encontrando encontrar una profunda satisfacción en el ejercicio de esas actividades. Apenas se puede plantear que a una mujer no le guste tener hijos, a fin de cuentas es lo que la sociedad espera de nosotras.


Pero todo está cambiando. Años de lucha feminista han conseguido que algo cambie y se pueda llegar a una sociedad más igualitaria, sobre todo en derechos y oportunidades. Ya que con las diferencias biológicas estamos todos de acuerdo, y además nos gustan.


Pero las diferencias no son desigualdades.

[1] C. LEVY-STRAUSS “La familia” (1956) en Harry L. Shapiro, Hombre Cultura y Sociedad, México, 1975. Pág. 309
[2] FRANCOISE HÉRITIER. Masculino- femenino. El pensamiento de la diferencia. Ariel. Barcelona 2002. Pág. 21

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